En medio de la cotidianidad de aquel pequeño pueblo, un pastor regentaba una modesta iglesia cristiana.
En un pintoresco pueblo de la cálida costa colombiana, la música de Diomedes Díaz y sus cautivadoras melodías se entrelazaron de manera inesperada con la vida de un devoto pastor. Este relato singular nos sumerge en la historia del Pastor Diomedista, una anécdota que dejó huella en las memorias de la comunidad y resalta la sorprendente manera en que la música puede unir incluso a las almas más inusuales.
En medio de la cotidianidad de aquel pequeño pueblo, un pastor regentaba una modesta iglesia cristiana. Aunque su papel era guiar a sus feligreses hacia la senda de la virtud, su corazón albergaba una pasión secreta por la música del famoso cantante Diomedes Díaz. Cuando se anunciaba el lanzamiento de un nuevo álbum, el aire se llenaba de un eco vibrante, y las emisoras no cesaban de difundir la noticia con entusiasmo.
En una ocasión, durante uno de estos lanzamientos, algo inusual sucedió. El pastor, incapaz de resistir la tentación de las pegajosas melodías de su ídolo musical, decidió salir discretamente de su iglesia. Con su Biblia en mano, recorrió las calles hasta llegar a una tienda donde la música de Diomedes resonaba con fuerza. Timorato al principio, pidió una cerveza, justificando su acción con una sonrisa pícara: "Esto también es de Dios".
Pero una cerveza llevó a otra, y pronto el pastor se vio inmerso en una inesperada parranda. Las cervezas fluyeron mientras las notas de Diomedes inundaban el lugar, y el pastor, envuelto en la euforia de la música, celebraba junto a otros lugareños entregados al ritmo y la alegría.
Al día siguiente, su congregación lo enfrentó con confusión y desaprobación. Sin embargo, el pastor defendió su decisión con una respuesta sorprendentemente espiritual: "Diomedes es hijo de la Virgen del Carmen, él es bendito, y que viva el papá de los pollitos". Este argumento, en parte cómico y en parte genuino, dejó a todos atónitos, recordándoles que la conexión entre lo divino y lo terrenal puede tomar formas insospechadas.
La historia del Pastor Diomedista se convirtió en una anécdota transmitida de generación en generación, un recordatorio de que las pasiones humanas pueden llevarnos por caminos inesperados. A través de este relato, el pueblo descubrió que, incluso en los momentos de mayor contradicción, la música tiene el poder de unir a las personas en una celebración única que trasciende las diferencias y nos conecta en lo más profundo de nuestra humanidad.
Así, entre risas y asombro, el Pastor Diomedista se convirtió en un símbolo de la sorprendente y hermosa manera en que la música puede unir corazones y romper barreras, incluso en un rincón apartado de la costa caribeña colombiana.
Por: Toño Cacique (Cuentos y Anécdotas escuchadas en Fundación, Magdalena)
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