Así despidió Valledupar al gran Martín Elías Díaz Acosta
Toño Murgas, conocido como el padre del Cesar, relata por qué la región llora la muerte de quien él considera fue uno de los "semidioses de la poesía cantada".
Unas veinticinco mil personas de todos los rincones de Colombia, de Venezuela y algunas de las Antillas se aglutinan. Son quizás más o quizás menos, no importa, lo que se acata es la nostalgia tersa y honda, el lamento, el dolor profundamente humano de la muchedumbre turbada que sigue el féretro, es un sufrimiento que como dice el poema expresa otro dolor. Son las lágrimas. Es el rumor doliente que brota del espíritu de un pueblo para despedir al gran Martín Elías, uno de los hijos del canto vallenato de Francisco el Hombre y uno de los semidioses de la poesía tocada y cantada en los grandes conciertos y en los chinchorros campesinos de la lluvia.
Así lo despiden, así le dan el último adiós sus hermanos vallenatos abrazados unos a otros, su fanaticada, sus seguidores fervorosos y sus compañeros hidalgos, y todos los innominados de la gran masa popular que en Valledupar declaman sus creaciones y melodías desde el primer álbum del 2007 hasta al 2017, y todos sus cantos que nacen de la gracia montañera de los pájaros del agua, y otros de rango urbanos y modernos fusionados con los nuevos ritmos que crearon una nueva inspiración de innovación, tecnología y arte musical, que se reflejan en el CD programado para prorrumpir en el próximo mes de mayo.
Hoy están de luto y de pesadumbre el linaje humano de los Díaz Acosta, de los Díaz Maestre, la conciencia del Folklor Vallenato, y ante todo el alma de Valledupar que siente y sufre la temprana partida del gran Martín Elías. Primero, fue Martín Elías Maestre, el tío inolvidable en el año de 1979, después El “Cacique de la Junta” –Diomedes Díaz, su padre, el 22 de diciembre de 2013; y ahora “El gran Martín Elías”. Por ellos lloran inconsolables la abuela venerable Elvira Maestre, su madre Patricia Acosta, su esposa Dayana Jaimes García y la inocencia floral de sus dos pequeños párvulos: Martín Elías y Paula.
Pero además de la romería convulsa, de la muchedumbre trémula que va hasta la Cámara Ardiente, está la ofrenda floral, los afiches, las banderas, los aplausos, las aclamaciones y los vítores. Y además el viento de lluvia que se desgaja de un bosque que conoció Martín Elías. Y un cielo conturbado de nubes negras para despedir en la plataforma musical del Parque de la Leyenda Vallenata al “Gran Martín Elías” quien, en la brevedad de su vida nos regaló una firme claridad espiritual, una singular misericordia humana y un fuego interior que nos abraza a todos de cariño y nos exalta del Ángel de la Romanza Vallenata.
Y ya en la cumbre del sentido adiós de Valledupar al héroe dormido en la eternidad, los más célebres exponentes de la Leyenda Vallenata celebran ante su féretro el Sacramento Lírico Vallenato, primero rezan, lloran y cantan el mejor repertorio de las canciones y los versos del silente compañero. Es la juglaría excelsa, es el sentimiento único y memorable de Alfonso Tomás Zuleta Díaz, es la resonancia universal de silvestre Dangond; el ruiseñor del Cesar, Jorge Oñate; Peter Manjarres, el Caballero de la Tauromaquia musical; Iván Villazón, el Tenor Hidalgo; es el Mono Zabaleta; el Churo Díaz; Orlando Liñán; Luifer Cuello; Jean Carlos Centeno; Álvaro López Carrillo; Rafael Santos; el Grupo Kvrass; el Célebre Cocha Molina; es Saúl Lallemand; Iván Zuleta, “El Virtuoso del Acordeón”; y Rolando Ochoa, el “Tajo humano y melódico del inolvidable Calixto Ochoa”.
Y si algo ha conmovido y estremecido el espíritu de Valledupar en la despedida al cantante que se ha ido, es haber conocido sus inspirados versos premonitorios en el último concierto de su vida, en el amanecer de Coveñas, cuando cantándole a su padre verseó:
“A mí me duele papá, porque se fue de mi lado,
A mí me duele papá, porque se fue de mi lado,
no me voy a preocupá porque allá nos encontramos”.
*Exministro de Trabajo y Seguridad Social; exgobernador, conocido como el Padre y Fundador del Departamento del Cesar.