Cuando el vallenato se volvió canción

Aun cuando la historia no perdona para que los acontecimientos sucedan en el tiempo, es verdad también que la historia para cada persona empieza cuando conoce el tema. El conocimiento universal nos coloca en el contexto de la humanidad. El subjetivo, el de cada individuo, es también importante y, junto con el universal, contextualiza el tema, el episodio o el fenómeno a referenciar en cada caso. El vallenato como género musical tiene una historia llena de tradiciones, comunicaciones orales y, la mejor, la formas grabadas o verificables. Su existencia involucra nombres como los de Francisco Moscote o Francisco el Hombre, Luis Pitre y otros. Como siempre, en los grandes momentos históricos son más los olvidados que aquellos que quedan en la memoria de la gente. No voy a referirme a si el vallenato llegó primero por el mar o por el río Magdalena, que fueron las formas de entrada de los instrumentos musicales, que sus progenitores fueron europeos, pero lo que hizo el cambio fueron nuestros ancestros, indios, africanos y mulatos. Por ellos existe también el porro, el fandango y tantos otros ritmos musicales en los departamentos costeños. Así, llegaron pianos, instrumentos de viento y el acordeón, preferido por los navegantes por su fácil transporte; el negro trajo el tambor, y el indio, la guacharaca.


Aun cuando la historia no perdona para que los acontecimientos sucedan en el tiempo, es verdad también que la historia para cada persona empieza cuando conoce el tema. El conocimiento universal nos coloca en el contexto de la humanidad. El subjetivo, el de cada individuo, es también importante y, junto con el universal, contextualiza el tema, el episodio o el fenómeno a referenciar en cada caso. El vallenato como género musical tiene una historia llena de tradiciones, comunicaciones orales y, la mejor, la formas grabadas o verificables. Su existencia involucra nombres como los de Francisco Moscote o Francisco el Hombre, Luis Pitre y otros. Como siempre, en los grandes momentos históricos son más los olvidados que aquellos que quedan en la memoria de la gente. No voy a referirme a si el vallenato llegó primero por el mar o por el río Magdalena, que fueron las formas de entrada de los instrumentos musicales, que sus progenitores fueron europeos, pero lo que hizo el cambio fueron nuestros ancestros, indios, africanos y mulatos. Por ellos existe también el porro, el fandango y tantos otros ritmos musicales en los departamentos costeños. Así, llegaron pianos, instrumentos de viento y el acordeón, preferido por los navegantes por su fácil transporte; el negro trajo el tambor, y el indio, la guacharaca.

Me llegó el vallenato en Santa Marta, la capital del Magdalena Grande que incluía al Cesar, La Guajira y el propio Magdalena. La separación de estos departamentos no podía hacer lo mismo con el vallenato, que ya se extendía por toda la región. Que los vaqueros lo iniciaron, que los campesinos lo usaban para llamar sus animales, lo importante fue que al final pasó a ser un nuevo ritmo que le dio más vida a los pueblos, en muchos casos derivado en alegrías y tristezas, romanticismo, y lirismo –como decía un gran amigo–, saliendo los clásicos paseo, merengue, puya y son.

Así, lo que le agrada al pueblo se difunde fácil, acompañado del gran esfuerzo de los juglares, de aquellos que a pie y a lomo de mula o de caballo lo hicieron hasta cuando los medios lo comercializaron, y son partícipes de unos cambios que podrían llevarlo a su desaparición. Por eso es necesario el respeto por la tradición, la cual puede enriquecerse con formas modernas, pero también desmejorarse si no lo impedimos. Pero el aspecto financiero y la capacidad de difusión coloca lo tradicional en un débil enfrentamiento, decidido por vías económicas.

La llegada del vallenato a cada persona se hace por diferentes vías, a la mayoría de las nuevas generaciones le llega ahora alterado. Valledupar, la capital del vallenato, una de las tantas formas de la música con acordeón, debe seguir ese liderazgo, al cual debemos contribuir todos, preservando el respeto por la tradición, al lado de las notas modernas de los nuevos compositores e intérpretes.

POR: ÁLVARO VILLANUEVA

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Cuando el vallenato se volvió canción
Aun cuando la historia no perdona para que los acontecimientos sucedan en el tiempo, es verdad también que la historia para cada persona empieza cuando conoce el tema. El conocimiento universal nos coloca en el contexto de la humanidad. El subjetivo, el de cada individuo, es también importante y, junto con el universal, contextualiza el tema, el episodio o el fenómeno a referenciar en cada caso. El vallenato como género musical tiene una historia llena de tradiciones, comunicaciones orales y, la mejor, la formas grabadas o verificables. Su existencia involucra nombres como los de Francisco Moscote o Francisco el Hombre, Luis Pitre y otros. Como siempre, en los grandes momentos históricos son más los olvidados que aquellos que quedan en la memoria de la gente. No voy a referirme a si el vallenato llegó primero por el mar o por el río Magdalena, que fueron las formas de entrada de los instrumentos musicales, que sus progenitores fueron europeos, pero lo que hizo el cambio fueron nuestros ancestros, indios, africanos y mulatos. Por ellos existe también el porro, el fandango y tantos otros ritmos musicales en los departamentos costeños. Así, llegaron pianos, instrumentos de viento y el acordeón, preferido por los navegantes por su fácil transporte; el negro trajo el tambor, y el indio, la guacharaca.
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